31 julio 2013

Correspondido o no, el amor no se oculta.

La falsa alegría con la que entré a casa se me agotaba mientras mi cabeza repasaba todo lo sucedido en el instituto.
Cerré silenciosamente la puerta de mi habitación para no sobresaltar a mamá y me senté en mi cama con la mirada perdida en la ventana. Esperaba despejarme con la ausente claridad que atravesaba mis finas cortinas blancas, culpa de la intensa lluvia.
Maldición, siquiera el clima podía ayudarme un poco con mi ánimo.
Me presioné fuertemente los ojos con las palmas de las manos y gruñí de frustración. ¿Qué rayos me pasaba? Le había prometido nunca volver a sentirme así.
Era viernes. Día de celebración, no sólo por el comienzo del fin de semana sino por el comienzo de las vacaciones de verano. Las últimas vacaciones antes de ingresar a la universidad. Había aplicado para la universidad del condado. Pero después de lo sucedido sólo planeo enviar todas las solucitudes posibles a la gran ciudad. U a otros países. A China quizá.
Haría lo posible para no ver este lugar nunca más y abandonar los recuerdos.
Lo único complicado era dejar ir a mamá. Pero ella se las arreglaría sin mí.



— ¿Qué harás estas vacaciones, Molly? —preguntó mi madre.
Fruncí el ceño mientras jugaba con la carne de mi plato.
— No lo sé.
— Deberías regresar a trabajar en la biblioteca, siempre te ha gustado —comentó emocionada.
— No se si quiero volver a la biblioteca —murmuré.
Mi madre se sorprendió y sus grandes ojos azules me observaron abiertos como platos.
— Vaya —suspiró.—, creí que te gustaba.
— Lo hacía. El verano pasado.— le respondí antes de continuar mi comida.

Por más que deseaba mantenerme oculta en casa había veces que no podía evitar salir. Menos cuando la lluvia y el típico clima húmedo eran reemplazados con un sol radiante e inusual. Me puse mis shorts felizmente y decidida a darle un paseo a Buster, nuestro pastor alemán cuando mamá me interceptó en las escaleras.

— ¿Vas a algún lado?
— Aprovecharé el clima —levanté la correa de Buster para que la viera.
— Hoy no —sonrió—, iremos por tu vestido de graduación.
Rodé los ojos y la empujé a un lado para aproximarme al emocionado animal.
— ¡Molly! —se quejó al sentirse ignorada.
— No iré al baile de graduación, mamá. —dije antes de salir fuera.
Y que dé gracias que iba a ir a recibir mi diploma.

El parque estaba lleno. Los niños y no tan niños aprovechaban el perfecto clima para despejarse al aire libre. Tiré de Buster un poco más allá, casi tan cerca del bosque que si cerraba los ojos podía escuchar a las ardillas. O por lo menos eso es lo que John decía.
Me senté en nuestro árbol hueco. Del que nos habíamos adueñado cuando teníamos doce y buscabamos un buen escondite para jugar lejos de los ojos ajenos. Tom también lo sabía. Fue nuestro centro de diversión hasta los quince. Y después de los dieciséis nuestro punto de encuentro para conversaciones profundas, o para simplemente pasar el rato. Melody llegó al instituto a los diecisiete, hace dos años. Y yo le hice un espacio en nuestro árbol hueco. Yo la dejé entrar en nuestro pequeña gran amistad. Sin siquiera saber que ella sería la destrucción de todo.
Todos dicen que fue hace cuatro meses. Pero yo sé que todo empezó desde que Melody puso su castaña cabellera a la vista de nosotros tres.
Tom se enamoró de ella desde la primera vez que la vío. Alta, flaca hasta los huesos y con rasgos de modelo. No era el único que se había enamorado ese día, muchos tipos superficiales en el instituto lo habían hecho. Tommy me contó en el árbol lo que vio en ella cuando se sentaron juntos en biología con una gran sonrisa, como siempre que hablaba de ella.
John fue más reservado, y eso fue lo que me destruyó.
Yo estaba enamorada de él desde los quince. Aunque según mi madre fue desde mucho antes.
Había hablado con Tommy la misma tarde que me dí cuenta de lo que me pasaba, le expliqué cada uno de mis sentimientos y él me sonreía. Maldición, como extraño su sonrisa, y ahora estoy llorando. Tommy, era la mejor persona que uno podía llegar a conocer, siempre positivo, demostrando una sonrisa frente a todo, haciéndome reír cada vez que veía a John coqueteando con otras chicas, él era todo lo que podías querer en un amigo.
Melody se convirtió en mi amiga desde que se acercó a nuestra mesa en el almuerzo y me pidió amablemente si no se podía sentar allí porque las demás la veían raro y a mi me veía simpática. Conversamos de cosas triviales e intercambiamos números. Tommy saltaba de la emoción cada vez que salíamos los cuatro a ver una película, o incluso nos reuníamos en el árbol.
John fue más disimulado, y eso también fue lo que me destruyó.

En la noche de mi cumpleaños número dieciocho me decidí por confesarme. Melody había rechazado amablemente a Tommy por novena vez y John estaba tenso, nunca lo había visto tan preocupado.
— ¿Estás bien? —le pregunté invitándole un vaso de coca cola.
Su rostro se relajó y me regaló una de sus sonrisas. Ahogué un suspiro y le devolví la sonrisa.
— Tu tía Alice volvió a interceptarme hoy —rió.
Miré a mi alrededor. Mis abuelos charlaban, mi tío Charles bebía, mis primas Julie y Mia de 9 y 12 años reían escandalosamente con Tommy y mamá debía de estar en la cocina con mi abuela Marie y mi tía Alice, quien se divertía todos mis cumpleaños preguntándole a John que tal iba nuestro "noviazgo".
— Lo siento, sólo lo hace para molestarte.
— No me molesta —exclamó restandole importancia.
— ¿Crees que podamos hablar luego de la fiesta, en el árbol? —le pregunté sin siquiera pensarlo.
Él dudó.
— ¿Es muy importante? Realmente lo siento, linda, pero tengo algo pendiente...
— Oh, no, no te preocupes. —contesté forzando una sonrisa.
— De hecho sí es muy importante —nos interrumpíó Tom—, de suma importancia en realidad.
Lo miré amenazante con mis grandes ojos verdes heredados de mi difunto padre y lo empujé hacia atrás, como si mi metro sesenta de estatura pudiera hacer algo contra su imponente metro ochenta y cinco.
— Puedo cancelarlo entonces —suspiró John. — Si Tommy insiste entonces es importante.
— No...
— ¡Claro que lo es! —gritó para luego susurrar en mi oído— me lo prometiste enana.
Sacudí mis ondas rubias y suspiré.
— Bien, nos vemos en el árbol entonces —murmuré entre dientes antes de escuchar el grito de mi madre que anunciaba la llegada del pastel.

La reunión en el árbol nunca sucedió. John me envió un mensaje de texto mientras me encaminaba al parque abrazada a mi grueso abrigo de invierno en el que se disculpaba de corazón, pero debía solucionar algunas cosas de las cuales él luego hablaría conmigo.
Tommy se puso furioso cuando lo llamé, y más furioso aún estaba aquella mañana en el instituto.
— ¡No puedo creer que te haya plantado! —gritó mientras caminabamos hasta nuestros casilleros.
— No grites —siseé—, puede estar por aquí.
— ¿Cómo puedes estar tan pacífica? —preguntó regresando a su tono de voz normal—, esa charla posiblemente hubiese cambiado todo.
— Oh quizá no.
Él entrecerró los ojos y me fulminó con la mirada.
— ¡Oh, vamos! Tal vez él no me corresponde, Tommy. No sería el fin del mundo si así fuese.
En realidad sí lo era, pero Tom no tendría porqué saberlo.
— Sea o no correspondido un amor no puede ser callado —dijo con aires de poeta.
Reí y lo golpeé con el libro de matemática que saqué de mi casillero.
Él también rió pero su risa se apagó cuando vio a Melody acercarse a nosotros y sólo la observó maravillado.
— Molly, te estaba buscando. ¿Tienes pareja para el baile de graduación?
Fruncí el ceño.
— No. —dije como si fuese obvio.
— Lógico, aún falta bastante, pero es que, me gustaría que compráramos los vestidos juntas, cuando tú quieras, claro.
Sonreí.
— Claro. ¿Tú ya tienes pareja?
Ella frunció los labios en una mueca de disgusto.
— Nadie me lo a pedido.
— Eso es porque ninguno tiene el coraje necesario para hacerlo —sonrió Tom.
Melody rió.
— Es probable. —acordó.
Tommy no dejó pasar más tiempo y le preguntó:
— ¿Quieres ir conmigo?
Melody me observó detenidamente como si yo fuese a hacer alguna cara como "pensé que ibas a ir conmigo" pero yo sólo la miraba sonriente y pensando por dentro "dile que sí de una vez, dile que sí, él te ama, maldita sea, realmente te ama"
— Lo siento, Tommy, pero aún falta mucho y quizá... quizá luego te diga que sí, pero no lo sé.
Tom le dio una pequeña sonrisa y ella se marchó a su clase como si nada.
— La quiero, pero es una perra contigo —dije mientras recostaba mi cabeza en el hombro de mi mejor amigo.
— Yo también la quiero —rió.
— Este corredor derrocha dulzura —comentó una voz ronca que ambos conocíamos a la perfección.
— Hola John —le sonreí.
— Siento lo de ayer.
Me encogí de hombros.
— No te preocupes....
— Debo irme a clase. —me interrumpió— ¿Han visto a Mel?
Tom le frunció el ceño al ver que me había ignorado y tomó mi mano arrastrándome por el pasillo hasta nuestra clase. Abandonando a un John confundido.

Esa había sido la primera de muchas señales que no supe interpretar, pero Tom sí. John le había pedido a Melody ir al baile juntos. Y Melody como una zorra había aceptado. El rostro de Tommy en ningún momento dejó ver la decepción que sentía de parte de alguien que él había creído toda su vida su hermano, pero me lo dijo. Como también me contó del viaje que debía hacer hasta la casa de sus abuelos para preparar todo e ir a pasar sus vacaciones de verano allí. Ese viaje. El viaje que le dio como destino final el cielo. El viaje que me arrebató a mi mejor amigo, la persona que conocía todos mis secretos, mi ángel, mi hermano, mi compañero de equipo. Mi todo. Ese conductor borracho había matado mi todo. No recuerdo siquiera un sólo día de estos últimos cinco meses, sólo sé que de alguna manera me las arreglé para seguir respirando. Pero si me preguntan por esa semana, lo recuerdo todo como si hubiese sido ayer. Y también me gustaría olvidarla, o que se haya tratado sólo de una de mis peores pesadillas.
Melody y John asistieron al funeral y fue la última vez que les hablé y sí, les grité. Volqué toda mi frustración y tristeza en ellos dos. En esas pobres dos personas que no tenían la culpa de nada, pero para mí eran lo más cruel que pudiera existir en ese momento. Lloré y grité tanto que mi madre no podía retenerme entre sus brazos frente a mis grandes sollozos.
El árbol se convirtió en mi consuelo y el instituto se volvió frío. Ese viernes, el último día antes de las vacaciones de verano, hicieron la ceremonia dedicada a Tommy. Melody no había asistido y sentía la mirada de John en mi espalda durante esas cuatro agobiantes horas. Yo simplemente quería llegar a casa abrazarme a algún pullover de Tommy, y no pensar más en nada.

Buster me sacó de mis pensamientos lamiendo mis lágrimas. Le sonreí y acaricié suavemente su pelaje.
— A veces siento que Tommy se metió en tu cuerpo, Buster.
Y entonces, en ese mismo momento, justo cuando me levantaba del grueso césped me topé con unos ojos celestes.
— Fui a tu casa para hablar contigo. Tu madre estaba tan triste, murmuraba algo acerca de que no querías ir al baile, me dijo que saliste con Buster, y recordé el árbol así que aquí estoy.
Lo ignoré interrumpiendo nuestro contacto visual y lo rodeé para seguir caminado, pero su agarre en mi brazo no me dejó avanzar.
— ¡Maldición Molly! —gritó con frustración—, yo también lo extraño, mierda, me siento tan culpable de que nos distanciemos por Melody, sigo llorando por las noches recordándome que soy la mierda de amigo que sale con la chica que le gustaba. Yo simplemente...
Y se quebró. Sus lágrimas mojaban sus rasgos que alguna vez yo vì perfectos y se dejó caer sobre mis pies.
Me arrodillé a su lado respirando profundamente para evitar las lágrimas y acaricié su cabello. Justo como él lo hacía conmigo cuando éramos pequeños y yo lloraba porque mi helado se había caído.
— Siento haberte gritado todas esas cosas horribles aquel día —murmuré con un hilo de voz.
Él negó con la cabeza y se abrazó a mí como si su vida dependiera de ello.
— Tenías razón.
— No la tenía, sólo estaba enojada, no pude controlar mis sentimientos.
—Yo... —me miró—, siento haberte plantado la noche de tu cumpleaños. Tommy se enojó mucho conmigo por eso —susurró.
— No te preocupes.
— Él me golpeó luego de esa vez —sonrió—, estaba llegando a casa y simplemente lanzó un puñetazo a mi mandíbula y me gritó que me amabas.
Me tensé de golpe y dejé de acariciar su cabello.
— Yo lo sabía. Tommy me lo había dicho, me había dicho que me amabas ese día y yo como un idiota fui y le pedí a Melody para ir al baile juntos, estaba tan confundido. — No hay culpa por nada —murmuré intentando sonreír.
— Sí la hay, porque Tommy inconscientemente me hizo dar cuenta de que yo también te amo.
Lo miré con lágrimas en los ojos y él me sonrió entre sollozos.